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SOMBRAS

Te quiero, dijo cuando abrió la puerta.  Te quiero, volvió a decir cuando tomó la cartera y salió entre lágrimas. 

Los últimos restos de sol invernal proyectan las ramas desnudas del plátano sobre el edificio, se diluyen en el anochecer y se apagan en la oscuridad.  El invierno oscurece el día.  Atravieso la calle y alcanzo la puerta.  Transcurrieron semanas, meses, no sé; en la memoria el tiempo es difuso.  Entro.  Las paredes espejadas del ascensor me devuelven.  Llego al abrigo de mi departamento y recuerdo sus llaves en el piso.  La furgoneta en la puerta y los hombres cargando las cajas.  Los niños en casa de su madre.  “Es lo mejor”, dijo.  No sé a qué se refería.  “Será mejor que los niños no estén”, agregó, después susurró un te quiero entre lágrimas. 

Hasta hoy mantuve los dos llaveros.  Uno en cada bolsillo, pero quité las cuentas de colores del suyo y las tiré al sumidero de agua de la calle.  “¡A la mierda con esto!”  Es necesario desechar los rastros que deja la memoria.  Conservé las llaves en llaveros iguales; ese último te quiero cubría mi desnudez.  Ropajes que mantuve.  Ahora vive con otro hombre.  Se llama Juan y vive con mis hijos.  ¿Para qué dos llaveros?  Tomé uno y lo arrojé al mismo sumidero donde había tirado las cuentas de colores.  No sé si el mío o el suyo.  También me deshice de ese último te quiero.  Fue apenas un susurro, quizás una última despedida, una tibia caricia de despedida.   

Cuando terminó el invierno el frondoso follaje del plátano ensombreció mis ventanas.  El verano fue otoño que se hizo invierno y el ciclo se repitió una y otra vez.  No sé cuántas.  Con las pocas cosas que ella dejó me arreglo; solo compré sábanas y fundas y toallas.  No se secan en el día.  Creí que un solo juego de llaves me liberaría.  No fue así.  Hay recuerdos que niegan el olvido aunque pierdan la materia que los arraiga.  Pienso y recuerdo, recuerdo e imagino.  No están, pero atesoro algunas cosas.  Cosas sencillas: un par de almohadones, dibujos de mis hijos, fotos, una media del menor…  Y espero que la fronda del plátano no ensombrezca el sol del próximo verano, espero que algunos rayos se escurran y alcancen mis ventanas.      

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