Todas las mañanas el Sr. lleva a sus hijos al colegio. Los chicos son remolones, se visten y salen contrarreloj. Desayunan en el coche: un alfajor y unos sorbos de gaseosa. A veces un jugo de frutas concentrado. Pocas cuadras antes de llegar a la escuela, cuando atraviesan el túnel que pasa bajo las vías del ferrocarril, arrojan la lata vacía de la gaseosa (o el jugo de frutas) y el papel plastificado que envuelve los alfajores a través de la ventanilla. A veces la puntería y el envión son exactos y la lata rueda en la calle hasta ser tragada por la boca de tormenta, otras queda sobre la calle y es aplastada por algún otro automóvil; un pedazo de aluminio informe que el viento y la lluvia arrastrarán a su destino de sumidero.
Los chicos bajan del auto y el Sr. sigue viaje a su trabajo. A esa hora la autopista está absolutamente congestionada. Con una mezcla de hastío y ansiedad, el Sr. toma por la banquina y así logra adelantarse un poco. Con mucha frecuencia los embotellamientos son una muestra de lo que el Sr. imagina es el ingreso al infierno. Esos días él se siente absolutamente autorizado para avanzar por la banquina o dar una vuelta en U y salir por alguna calle a contramano, o no respetar el semáforo que entorpece sus ansias de encontrar vías alternativas. En general, con algún que otro insulto y algunas amenazas, el Sr. transgrede cuanta ley de tránsito se interpone a su objetivo de llegar en horario a su trabajo.
Cuando llueve todo es más complicado, con la excusa de no mojarse o de evitar que se mojen sus hijos, la mayor parte de los automovilistas hacen las más estrafalarias peripecias con tal de acercarse lo más posible a la entrada del colegio. Si alguna calle está inundada el Sr. avanzará por la paralela. Si es a contramano no importa, el Sr. ostentará un derecho imaginario, un derecho que él mismo se ha otorgado. ¡Y hasta es capaz de fundamentarlo! ¿Cómo? Increpando salvajemente a quien se le oponga. “¡Y qué querés, está todo inundado!”, gritará entre gestos de enojo.
Cerca del colegio hay un cajero automático. Allí, muchas veces el Sr. hace sus operaciones bancarias. Deja el coche en doble fila, con las luces de la baliza centelleando, y aprovecha los beneficios de la electrónica en la vida cotidiana para ahorrar tiempo (el suyo), mientras entorpece el fluir del tránsito en esa hora pico.
Así transcurre la vida del Sr. con su derroche cotidiano de adrenalina y su particular forma de estimular la secreción de adrenalina de sus congéneres. Pero ocurrió que un día de lluvia muy intensa el Sr. intentó cruzar el túnel, que estaba tan inundado como para que su automóvil quedara ahí, quieto como un barco encallado. El Sr. y sus hijos salieron del coche y el agua les llegaba hasta sus rodillas. Había tanta agua que no pudieron ver la boca de tormenta tapada con latas de gaseosa y papel plastificado. Cuando alcanzaron la salida del túnel una camioneta que avanzaba a contramano por poco los aplastó contra una pared. El Sr. increpó al conductor. “Y qué querés” escuchó como respuesta, “que me meta en el túnel como ese tarado que se quedó”. El Sr. miró el coche semi sumergido y supo que el tarado era él.
Para distenderse, el fin de semana el Sr. pensó ir a la cancha de fútbol para ver a su equipo favorito. Como las entradas estaban agotadas compró una de reventa que en verdad no era de reventa sino falsificada, tan mal falsificada que no lo dejaron entrar. El Sr. gritó su derecho a ocupar su asiento esgrimiendo su entrada falsa pero no pudo entrar. “Una injusticia”, vociferó para empezar, y después siguió con improperios varios hasta quedar afónico. Pero por suerte él no era el único en esa situación. Había otros más que se amucharon puteando contra la injusticia y empujaron contra un molinete haciendo a un lado al guardia de seguridad. Algunos entraron, el Sr. no. Volvió a su casa sin voz, algo magullado y “harto de vivir en un país donde nadie respeta nada”.
El diccionario dice que comunidad es “cualidad de común, lo que pertenece o se extiende a varios”. Es un significado que involucra a muchas personas, y de alguna que otra manera, cuanto tienen en común es el resultado de una construcción conjunta.
Las comunidades acuerdan reglas para convivir y quienes viven en ellas ineludiblemente están sujetos a las mismas. Es excepcional que las reglas de convivencia comunitaria no nos alcancen. Mientras permanecemos en el espacio común estamos sujetos a ellas.
Ahora bien, las reglas se acuerdan de una manera activa o pasiva, y pueden priorizar el espacio común o el propio. Es decir, a los unos y los otros, o a los unos por sobre los otros. El Sr. del que hablamos, por ejemplo, decididamente defiende reglas propias. Si muchos otros también lo hacen, y si la mayoría acuerda esto, las reglas aceptadas para vivir en comunidad empequeñecen cada vez más el espacio común. Si cada cual intenta proveerse a sí mismo de todo cuanto necesita, y si puede imponer lo propio por sobre lo común, y esas son las reglas aceptadas por la mayoría, esa comunidad practicará una suerte de canibalismo.
Digo una suerte de canibalismo porque los caníbales (en general) no se devoran entre sí; acuerdan salir a devorar miembros de otras tribus. Tienen una regla que defiende su espacio común: no se mastican entre sí. ¿Qué pasaría si lo hicieran? Quedaría un solo caníbal (no sabemos muy bien si el más inteligente, el más fuerte, o el que todos saben el más enfermo), que, en caso de ser coherente con la regla de su tribu, debería devorarse a sí mismo. ¿Absurdo? ¿Por qué? Vivir en comunidad privilegiando lo propio por sobre lo común es un ejemplo de esa extraña forma organizativa. El Sr. del que hablamos contribuyó con su hábito cotidiano a tapar la boca de tormenta del túnel que al inundarse ahogó el motor de su automóvil. Defendió su “derecho” de avanzar a contramano para evitar una calle inundada, y cuando salía del túnel casi fue aplastado por alguien que esgrimió ese mismo “derecho”. Afortunadamente el Sr. sobrevivió, pero seguramente le ocurrirán más adversidades en su afán de demostrar que es el más fuerte (o el más inteligente), (o el que todos saben el más enfermo), para así seguir sobreviviendo.
Publicado el 27/4/2019